La brujería, es el grupo de creencias,
conocimientos prácticos y actividades atribuidos a ciertas personas llamadas
brujas (existe también la forma masculina, brujos, aunque es menos frecuente)
que están supuestamente dotadas de ciertas habilidades mágicas que emplean con la
finalidad de dañar.
La creencia en la brujería es común en
numerosas culturas desde la más remota antigüedad, y las interpretaciones del
fenómeno varían significativamente de una cultura a otra. En el Occidente
cristiano, la brujería se ha relacionado frecuentemente con la creencia en el
Diablo, especialmente durante la Edad Moderna, en que se desató en Europa una
obsesión por la brujería que desembocó en numerosos procesos y ejecuciones de
brujas (lo que se denomina "caza de brujas"). Las brujas tienen una
gran importancia en el folclore de muchas culturas, y forman parte de la
cultura popular.
Si bien éste es el concepto más
frecuente del término "bruja", desde el siglo XXel término ha sido reivindicado por sectas ocultistas y religiones neopaganas, como la Wicca, para designar a todas
aquellas personas que practican cierto tipo de magia, sea esta maléfica (magian negra) o benéfica (magia blanca), o bien a los adeptos de
una determinada religión.
En la Wicca sencillamente quiere decir
un convenio de brujos y brujas de por lo menos tres (círculos) o 12
(aquelarre). También practican en forma solitaria. Se reúnen para adorar a la
diosa madre y el dios astado. Oran, leen cartas de tarot, y celebran la sagrada
tierra. Los wiccanos no creen en la existencia del diablo.
Es frecuente el uso de diversas
sustancias para alcanzar el éxtasis durante el rito. Como no se pueden calibrar
con exactitud las dosis cuando una cantidad letal está muy cercana a la dosis
de uso, es muy peligroso administrarlas por vía oral. Por ello algunas
sustancias se aplicaron en forma de ungüento por vía vaginal o rectal, lo que
podría haber dado origen a algunas leyendas sobre el carácter sexual de las
reuniones de brujas o el uso de calderos para la preparación de algunas de las
sustancias. La aplicación de unas de las sustancias sobre la vagina con una
especie de consolador pudo dar origen a la imagen que
representa a las brujas con un palo entre las piernas o bien una escoba. Por
otro lado, muchos sapos son venenosos por contacto y su piel puede ser
alucinógena, por ello también forman parte de la imaginería vinculada al mundo
de la brujería.
La
Brujería en el arte
La imagen de la bruja como
producto de la imaginación medieval, tiene su remoto origen y sus referencias
iconológicas en ritos y personajes del mundo clásico. Su apogeo en la brujería se
dio en la Baja Edad Media y en el Renacimiento. Donde se creaba toda una
mitología, con creencias a juicios condenatorios. Mas sin embargo, las
representaciones renacentistas aportarán en gran medida a debilitar la
creencia, al promover la identificación con personajes míticos alejados de la
realidad contemporánea.
La inexistencia de imágenes brujeriles
daba respuesta a dos tipos:
ü
La
superstición estaba tan arraigada que impedía su representación plástica, como
se le achaca a la Alta Edad Media.
ü
El
tema ha carecido del suficiente interés, dando lugar a una literatura satírica
y burlesca, que no encontró eco en las artes visuales.
Los motivos que llevaron a algunos
pintores románticos a representar escenas de brujería están directamente
ligados a la obra de Goya, ya que la utilizaron como fuente de inspiración
técnica y temáticamente. Fue la difusión de las estampas de Los Caprichos las
que generaron la afición a los asuntos brujeriles, con la misma intención
ilustrada. Sin embargo, uno de sus más directos seguidores, Leonardo Alenza
(1807-1845), se inspirará más en los cuadros de gabinete de la Alameda de
Osuna, tanto en su intención trivial y burlesca como en su carácter
formal. Eugenio Lucas (1817-1870), por
el contrario, desarrolló el tema en multitud de composiciones, utilizando tanto
tipos goyescos, como otros muchos de creación propia. Sus escenas, a menudo
presentaban en Brujería en la caverna, Noche de brujas o El castigo de la lujuria. En 1855,
Lucas fue el encargado de tasar estas pinturas murales, Los motivos que
impulsan a Lucas a realizar este tipo de escenas de brujería, coinciden con los
de Goya cuando éste realiza los cuadros de gabinete para la Alameda de Osuna,
es decir, temas decorativos, "colorísticos" de cierto carácter
morboso que encontraban gran aceptación entre la clientela alto burguesa.
Otra de las causas que motivará el
interés por la representación de asuntos de brujería, estará fundamentada en el
uso de los textos literarios. La brujería como mito literario recorrerá todo el
siglo, aumentando su grado de aceptación a lo largo de la segunda mitad del
mismo, inspirándose en obras tanto clásicas (Cervantes, Shakespeare) como
contemporáneas (Goethe), provocando aceleradamente su destino final dedicado
casi exclusivamente a la ilustración de cuentos infantiles.
La imagen de los encorozados es
fundamental, esta trata de la iconografía de los brujos(as) en España, puesto
que representan, a los ojos de sus contemporáneos, la realidad que por sí
misma. Los únicos brujos(as) reales han sido los condenados y ajusticiados por
tales delitos. Goya así lo entiende cuando en uno de los cuadros de gabinete
para la Alameda de Osuna, Brujos por el aire, presenta el vuelo
de tres de ellos succionando un cuerpo desnudo, que van tocados por la coroza,
o gorro de forma cónica que los identifica. Esta imagen va ligada a la brujería
que va a permanecer a lo largo de esta primera mitad del siglo, identificándose
inmediatamente al encorozado con los asuntos hechiceriles, aun cuando no esté
vinculado a escenas condenatorias. De hecho, estos cuadros aún permanecen en la
imagen tradicional de la bruja de los relatos infantiles, teniendo su origen en
la coroza de los ajusticiados.
En España la descripción más adecuada
de la bruja la encontramos en El coloquio de los perros cervantino,
realizada a través del relato de Berganza: "larga más de siete pies; toda
era notomía de huesos, cubiertos con una piel negra, vellosa y curtida; con la
barriga que era de badana se cubría las partes deshonestas, y aun le colgaba
hasta la mitad de los muslos; las tetas semejaban dos vejigas de vaca, secas y
arrugadas; denegridos los labios, traspillados los dientes, la nariz corva y
entablada, desencajados los ojos, la cabeza desgreñada, las mejillas chupadas,
angosta la garganta y los pechos sumidos”.
En la obra de Goya se nos muestra toda
la variedad tipológicas de la bruja: desde mujeres jóvenes a viejas, ya
vestidas como completamente desnudas, incluso híbridos mujer-animal, como en la
Cocina de las brujas de
la Alameda de Osuna, donde se representa el proceso de transformación en
animales y su salida por la chimenea, cabalgando sobre escobas hacia el
aquelarre.
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El brujo, publicado en El Artista, se elige un ahorcado y
unos sapos como atributos identificativos. Por lo que se refiere a los niños,
constituyen el elemento más utilizado por Goya para sus escenas de brujería.
Lucas además, en su Brujería en la caverna, presenta una figura de espaldas que
lleva un niño en brazos hacia el interior de la cueva, titula uno de sus óleos Brujas azotando a unos niños.
Para finalizar con el resumen de la
historia de las brujas como pintura en el siglo XIX, un dato importante
para la segunda mitad del siglo, eran
los atributos como el caldero, que presidía los aquelarres renacentistas, y que
resurge gracias a la importancia que adquirirán los mitos literarios de Macbeth y Fausto, en cuya escenografía es
elemento imprescindible. Por otro lado, los vapores que emanan del caldero
constituirán un elemento muy sugerente para la fantasía ensoñadora del momento
finisecular.
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