martes, 18 de septiembre de 2012

RESEÑA HISTÓRICA





La brujería, es el grupo de creencias, conocimientos prácticos y actividades atribuidos a ciertas personas llamadas brujas (existe también la forma masculina, brujos, aunque es menos frecuente) que están supuestamente dotadas de ciertas habilidades mágicas  que emplean con la finalidad de dañar.
La creencia en la brujería es común en numerosas culturas desde la más remota antigüedad, y las interpretaciones del fenómeno varían significativamente de una cultura a otra. En el Occidente cristiano, la brujería se ha relacionado frecuentemente con la creencia en el Diablo, especialmente durante la Edad Moderna, en que se desató en Europa una obsesión por la brujería que desembocó en numerosos procesos y ejecuciones de brujas (lo que se denomina "caza de brujas"). Las brujas tienen una gran importancia en el folclore de muchas culturas, y forman parte de la cultura popular.



Si bien éste es el concepto más frecuente del término "bruja", desde el siglo XXel término ha sido reivindicado por sectas ocultistas y religiones neopaganas, como la Wicca, para designar a todas aquellas personas que practican cierto tipo de magia, sea esta maléfica (magian negra) o benéfica (magia blanca), o bien a los adeptos de una determinada religión.
En la Wicca sencillamente quiere decir un convenio de brujos y brujas de por lo menos tres (círculos) o 12 (aquelarre). También practican en forma solitaria. Se reúnen para adorar a la diosa madre y el dios astado. Oran, leen cartas de tarot, y celebran la sagrada tierra. Los wiccanos no creen en la existencia del diablo.
Es frecuente el uso de diversas sustancias para alcanzar el éxtasis durante el rito. Como no se pueden calibrar con exactitud las dosis cuando una cantidad letal está muy cercana a la dosis de uso, es muy peligroso administrarlas por vía oral. Por ello algunas sustancias se aplicaron en forma de ungüento por vía vaginal o rectal, lo que podría haber dado origen a algunas leyendas sobre el carácter sexual de las reuniones de brujas o el uso de calderos para la preparación de algunas de las sustancias. La aplicación de unas de las sustancias sobre la vagina con una especie de consolador pudo dar origen a la imagen que representa a las brujas con un palo entre las piernas o bien una escoba. Por otro lado, muchos sapos son venenosos por contacto y su piel puede ser alucinógena, por ello también forman parte de la imaginería vinculada al mundo de la brujería.




La Brujería en el arte

La imagen de la bruja como producto de la imaginación medieval, tiene su remoto origen y sus referencias iconológicas en ritos y personajes del mundo clásico. Su apogeo en la brujería se dio en la Baja Edad Media y en el Renacimiento. Donde se creaba toda una mitología, con creencias a juicios condenatorios. Mas sin embargo, las representaciones renacentistas aportarán en gran medida a debilitar la creencia, al promover la identificación con personajes míticos alejados de la realidad contemporánea.
La inexistencia de imágenes brujeriles daba respuesta a dos tipos:
ü  La superstición estaba tan arraigada que impedía su representación plástica, como se le achaca a la Alta Edad Media.
ü  El tema ha carecido del suficiente interés, dando lugar a una literatura satírica y burlesca, que no encontró eco en las artes visuales.

Los motivos que llevaron a algunos pintores románticos a representar escenas de brujería están directamente ligados a la obra de Goya, ya que la utilizaron como fuente de inspiración técnica y temáticamente. Fue la difusión de las estampas de Los Caprichos las que generaron la afición a los asuntos brujeriles, con la misma intención ilustrada. Sin embargo, uno de sus más directos seguidores, Leonardo Alenza (1807-1845), se inspirará más en los cuadros de gabinete de la Alameda de Osuna, tanto en su intención trivial y burlesca como en su carácter formal.  Eugenio Lucas (1817-1870), por el contrario, desarrolló el tema en multitud de composiciones, utilizando tanto tipos goyescos, como otros muchos de creación propia. Sus escenas, a menudo presentaban en Brujería en la caverna, Noche de brujas o El castigo de la lujuria. En 1855, Lucas fue el encargado de tasar estas pinturas murales, Los motivos que impulsan a Lucas a realizar este tipo de escenas de brujería, coinciden con los de Goya cuando éste realiza los cuadros de gabinete para la Alameda de Osuna, es decir, temas decorativos, "colorísticos" de cierto carácter morboso que encontraban gran aceptación entre la clientela alto burguesa.
Otra de las causas que motivará el interés por la representación de asuntos de brujería, estará fundamentada en el uso de los textos literarios. La brujería como mito literario recorrerá todo el siglo, aumentando su grado de aceptación a lo largo de la segunda mitad del mismo, inspirándose en obras tanto clásicas (Cervantes, Shakespeare) como contemporáneas (Goethe), provocando aceleradamente su destino final dedicado casi exclusivamente a la ilustración de cuentos infantiles.

La imagen de los encorozados es fundamental, esta trata de la iconografía de los brujos(as) en España, puesto que representan, a los ojos de sus contemporáneos, la realidad que por sí misma. Los únicos brujos(as) reales han sido los condenados y ajusticiados por tales delitos. Goya así lo entiende cuando en uno de los cuadros de gabinete para la Alameda de Osuna, Brujos por el aire, presenta el vuelo de tres de ellos succionando un cuerpo desnudo, que van tocados por la coroza, o gorro de forma cónica que los identifica. Esta imagen va ligada a la brujería que va a permanecer a lo largo de esta primera mitad del siglo, identificándose inmediatamente al encorozado con los asuntos hechiceriles, aun cuando no esté vinculado a escenas condenatorias. De hecho, estos cuadros aún permanecen en la imagen tradicional de la bruja de los relatos infantiles, teniendo su origen en la coroza de los ajusticiados.
En España la descripción más adecuada de la bruja la encontramos en El coloquio de los perros cervantino, realizada a través del relato de Berganza: "larga más de siete pies; toda era notomía de huesos, cubiertos con una piel negra, vellosa y curtida; con la barriga que era de badana se cubría las partes deshonestas, y aun le colgaba hasta la mitad de los muslos; las tetas semejaban dos vejigas de vaca, secas y arrugadas; denegridos los labios, traspillados los dientes, la nariz corva y entablada, desencajados los ojos, la cabeza desgreñada, las mejillas chupadas, angosta la garganta y los pechos sumidos”.
En la obra de Goya se nos muestra toda la variedad tipológicas de la bruja: desde mujeres jóvenes a viejas, ya vestidas como completamente desnudas, incluso híbridos mujer-animal, como en la Cocina de las brujas de la Alameda de Osuna, donde se representa el proceso de transformación en animales y su salida por la chimenea, cabalgando sobre escobas hacia el aquelarre.




El brujo, publicado en El Artista, se elige un ahorcado y unos sapos como atributos identificativos. Por lo que se refiere a los niños, constituyen el elemento más utilizado por Goya para sus escenas de brujería. Lucas además, en su Brujería en la caverna, presenta una figura de espaldas que lleva un niño en brazos hacia el interior de la cueva, titula uno de sus óleos Brujas azotando a unos niños.
Para finalizar con el resumen de la historia de las brujas como pintura en el siglo XIX, un dato importante para  la segunda mitad del siglo, eran los atributos como el caldero, que presidía los aquelarres renacentistas, y que resurge gracias a la importancia que adquirirán los mitos literarios de Macbeth y Fausto, en cuya escenografía es elemento imprescindible. Por otro lado, los vapores que emanan del caldero constituirán un elemento muy sugerente para la fantasía ensoñadora del momento finisecular.

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